martes, 24 de diciembre de 2013

Pufos. Volumen I

Querido Baley:


De sobra conozco el  predicamento que las más grandes o nimias de las cuestiones relacionadas con el mundo del fútbol tienen entre sus intereses: uno o ninguno. Sin embargo esto no obsta, hágame caso, para que desde aquí le sugiera uno de tantos temas al respecto, en la prueba empírica que sitúa al soccer como recurso narrativo en las más variadas situaciones personales y profesionales.

Es por eso que le propongo hoy el primero de los volúmenes al respecto de una casuística como los pufos, esa suerte de jugadores, que al margen de no haber vivido su mejor momento futbolístico cuando desembarcaron en nuestra liga (de hecho los hay incluso de los que se duda si vivían, al menos en horas diurnas), o no haber podido demostrar sus carencias en la posición para la que fueron fichados (exponiendo así también las lagunas visionarias de sus entrenadores), o verse impelidos por lesiones sucesivas entre las que se incluyen esguinces etílicos, eran, en definitiva, malos.

Y es curioso cómo, llegados con las más variadas vitolas de glorificación técnica (por los cuerpos técnicos, y no me refiero a Megan Fox) y periodística   (a la hinchada se la engaña fácilmente a partir de estas dos), fueron cayendo todos y cada uno víctimas de la mala suerte, elemento homogeneizador de las más variadas excusas, cortina de humo indulgente más propia de la Madre Teresa de Calcuta, que de tipos con sueldos de siete cifras, o peor aún, de aquellos que escriben sin haber dado una patada a un balón en su vida.

Así las cosas, que empiece la carnicería.

Patrick Kluivert. La carrera del otrora efebo tulipán tuvo su punto álgido y último en el gol que marcara al Milan en la final de la Champions del año 1995. Efectivamente no seré yo quien le quite ese mérito, pues incluso las hemerotecas demuestran que lo hizo, si bien la pregunta es: ¿a parte de aquel decisivo tanto, hizo algo más en su carrera deportiva? Pues sí querido Baley, fichar por el F.C. Barcelona en 1998, y es más, llevar  términos como regate, fuera de juego y entrada por detrás, de la mano de algunas de las escorts más reputadas del foro. Es cierto que después fichó por el Newcastle, Valencia, PSV,  y que acabó su carrera en el Lille francés, pero, ¿a quién le interesa?

Secretario. ¡Ah, Secretario!, aquel luso de melena azabache y mirada perdida, protagonista de uno de los sucesos más olvidados pero más drásticos del fútbol moderno. Secretario fue una apuesta personal de Capello, y digo personal por que a éste  no le discutía los fichajes ni el mismísimo Valdano, destinada a recorrer los mismos pastos que en su día pisara Chendo. Un lateral correctito, donde la clave nos la da el diminutivo, pero que como no podía ser de otro modo, venía envuelto en la burbuja del aplauso unánime del estamento futbolístico arriba mencionado. Y pasó lo que tenía que pasar. La burbuja pinchó, más tarde que pronto. Fue en el Bernabéu, en un partido en que entró ya en la segunda parte a sustituir a un compañero, para 20 minutos después, ante el asombro y alivio generalizado de la grada, ser sustituido a su vez. Se retiró al túnel de vestuarios, y nadie ha vuelto a saber de él. Lo cual, al margen de consideraciones acerca de su paradero y/u ocupaciones actuales, vino a demostrar que por una vez rectificar fue de sabios. Gracias por nada Capullo.

Robinho. Robson de Souza, así se llama la criatura, desembarcó en el Real Madrid directamente del Santos brasileño sin aduana de liga menor, véase holandesa, portuguesa o francesa de por medio, y como recambio ya no generacional, si no demiúrgico del que hubiera podido ostentar la quinta corona, Ronaldo Luis Nazário de Lima, Ronaldo. Pero le diré una cosa Baley: ya en su primer partido, aquel frente al Cádiz en el que sus gambeteos le llevaron directamente al estrellato de los media y la consideración antes referida, ya entonces le dije al señor Kraken lo que me parecía tanta bicicleta: este tío no vale ni para tomar por culo (sic). Y así fue que filtraciones del vestuario blanco aseveraron tal afirmación de manera dilatada durante todo el tiempo que jugó en Chamartín, hasta su esperpéntica salida del club, rodeada de tanta hilaridad como oscurantismo, de camino al City, y de vuelta  a tierras cariocas, para en sus propias palabras, convertirse en el mejor jugador del mundo. Pues eso majete, Keep on trying.

Y hasta aquí el primer capítulo de la saga. Espero que le sea de ayuda en un futuro, o al menos haya pasado un rato arrullado por recuerdos tan singulares.


Sin otro particular


Casey Rossfield

viernes, 20 de diciembre de 2013

Go back to schoolin´

Querida Nalo:


Imagine por un momento que pudiésemos atribuir a la moda, y en general a todo ese conglomerado guay que lo circunda, conceptos tan tediosos y aburridos, tan alejados de cualquier consideración de corte y confección, arquitectura de interiores, etc., como lo son una cierta moral, donde la palabra clave es cierta, no mucha, no vayan a explotarle los patrones a alguien, e igualmente una parte consustancial y práctica de la misma, una cierta ética, donde la palabra clave es cierta, etc., y  así hacer  igual de llevaderas que un prêt-a-portêr materias tan desfasadas, como  son la filosofía y la religión.

Así visto, la moral aristotélica hace de la moda una virtud, justo en ese punto equidistante entre el exceso execrable de los modernos, y el defecto deplorable de los rockers, por ejemplo, que visten lo mismo desde que Peggy Sue se casó, de modo que son muchos más los que se salvan que los condenados a la infamia del estilo exacerbado o abandonado, en el punto medio  que los comentarista tildan de clásico- moderno.

Sin embargo, la moral judeo-cristiana convierte a la moda en un asunto de fe, así que más le vale tenerlo claro y estar siempre a la última, ser una víctima culpabilísima de la misma, o ignorar su existencia, vivir al margen de las convenciones, ya sabe ese tipo de personas que miran fijamente, saberlo todo o no saber nada, porque precisamente este credo encuentra su punto sádico a mitad de camino, en la duda, en la prueba de fe que ni si quiera es capaz de aplacar Mugatu, ¡Dereclicte!, en el ruego que a diario atormenta a tantas almas de por sí condenadas: ¿qué coño me pongo hoy?

Si, ya sé que no es muy divertido, y que incluso hablar de ética y moral puede que no resulte políticamente correcto en este y otros corrillos, no vaya a ser que empecemos a echar en cara subvenciones, plagios y demás, pero piense que la física y las matemáticas  son más áridas aún y tuvimos que aprenderlas sin saber bien a qué se referían integrales, derivadas, raíces cúbicas y ecuaciones de tercer grado, con lo didácticas que hubieran resultado de relacionarlas con el cociente de compresión del Wonderbra, o el  de la masa glútea del tanga de hilo, o si en algún momento el grado de rozamiento de este último sería capaz de encender una pasión, o es este un tema más para clase de lengua y literatura.


Sin otro particular


Casey Rossfield

domingo, 15 de diciembre de 2013

Memento mori

Querido Labressieur:


El libro de las oportunidades perdidas es un diario quejumbroso que guardamos en lo más profundo y oscuro del trastero, cuya mirada evitamos como a Medusa, cuyo susurro nos desvela en mitad de la noche y su peso nos ahoga como el anillo único. Y aunque nadie lo pidió como regalo en ninguna ocasión o aniversario, ni lo adquirió como suvenir en ningún viaje, es nuestro por derecho y nos acompaña allá dónde vayamos.

Y aunque no nos fuera la vida en ninguna de sus anotaciones, aunque no son estas que hubieran de haber determinado nuestro destino en lo universal (esas las dejamos para el libro de me cago en mi puta vida) son sin duda las que recordaremos con mayor pesar en nuestro lecho de muerte, justo cuando antes de exhalar nuestro último aliento requiramos un oído amigo para confesar, para subrayar una vez más lo que también él sabe, que tendríamos que habérnosla follado.

Y todos tenemos una opera magna a la que acudir en tertulias de café, cuando el recuerdo es tan laxo que dejamos que su idealización vaya añadiendo cada vez elementos que en su momento pasaron desapercibidos o directamente no fueron, cuando la memoria traslada al pasado  apreciaciones, pensamientos y pareceres que nunca tuvimos, haciendo de ese instante de té y pastas un sueño lúcido, y así ir construyendo poco a poco la magnitud exacta de la oportunidad perdida, esa que nos hubiera encumbrado en los anales de la anécdota, elevado al estrellato del rock en el imaginario colectivo de las amistades, que hubiera dado contenido y forma a nuestras conferencias alrededor del mundo, que en definitiva nos hubiera precedido siempre y presentado ante cualquiera como el tipo que….

¡Ah, querido Labressieur!, lo que hubiera dado en aquel momento por entender la trascendencia de mi pereza, por haber comprendido que, en palabras de Wilde, tampoco hay momento grande o pequeño y que todos tienen la misma importancia, por haber advertido que no hacía falta prueba alguna, que mi sola palabra hubiera sido suficiente y haber acometido con entereza y determinación lúdicas mi obra maestra, mi corazón de las tinieblas, mi orgullo y prejuicio, mi guardián entre el centeno, mi guerra y paz, mi divina comedia, en definitiva, haber legado a la posteridad mi versión legen-daria del  hombre desnudo.


Sin otro particular


Casey Rossfield

martes, 10 de diciembre de 2013

Alguien leyó sobre el nido del buitre

Querido Baley:


Últimamente, entre los contertulios círculos balompédicos en que suelo participar, ya sabe a cuales me refiero, esa pléyade, esa rémora de viejas glorias, de viejas o sólo glorias que venimos a reunirnos los sábados para destilar en la cancha las última gotas de  imaginación que aún nos quedan, el tema estrella viene a enjuiciar la capacidad de determinado jugadores históricos, incluso legendarios, incluso vivos, para jugar hoy día ya no en los clubes a los que pertenecieron, sino incluso a nivel profesional, respecto de los cuales, el consenso general ni si quiera les da la oportunidad de debutar en primera  división.
Sin embargo he de decir que tal conclusión me parece del todo injusta, y por tanto equivocada, y no sólo a la luz de mi ánimo siempre a la contra, más por el juicio de talentos y talantes fuera de su esfera y lapso.

Efectivamente, querido Baley, resulta arbitrario decir que aquel pretérito demiurgo merengue, el mismo que dio sentido a la teoría de la relatividad plegando espacio y tiempo en el área, ese tipo a un paquete pegado, ni si quiera calentaría banco en Chamartín, pues el fútbol no es ahora lo que era, ni antes fue lo que ahora es.

Es como si ahora en 2013 tildásemos Turbolover de power-pop, y nos viéramos prestos a escribir una tesis que fuera a expulsar a los Judas del Olimpo del Heavy Metal, sin tener en cuenta el contexto sónico en que Turbo  fue editado.

Pero lo interesante de esta hipótesis en torno al calcio resulta de aplicar la misma al mundo editorial y/o literario, en la pregunta que el otrora capitán del Rostock F.C., Bobby Mandalay, sometiera a la consideración de la  audiencia en su ponencia del pasado día 3, Hijos de puta e hijos de escorts, diferencias y pareceres: ¿creen de veras posible que en el ambiente editorial de hoy día, escritores como Céline, Henry Miller, o incluso el mismísimo David Foster Wallace, de haber sido español, tendrían alguna oportunidad de ser publicados en nuestro país?

Y la respuesta, que a mí me parece tan rotunda como al señor Mandalay, es exactamente la misma que pesa sobre tipos ignominiosos como Josef Ajram, Ramón Fano, o la mismísima Belén Esteban, etc., caso de haber escrito, o existido, para esta última, hace cien años.


Sin otro particular


Casey Rossfield



P.D.: Cualquiera sabe que España es el país de Europa donde más se edita al cabo del año, de ahí que mi pregunta dirigida al sector en general, respecto de la supuesta crisis que está viviendo es la siguiente: ¿es esta una crisis asociada a la pérdida de capacidad adquisitiva de los consumidores, lo es referida al formato electrónico, un tren que están perdiendo algunas editoriales, o es una respecto de las pérdidas en ventas del lastre de morralla pura y dura que se publica todos los años y que ya no cuela ni para el más ocasional de los lectores?

domingo, 8 de diciembre de 2013

Añadir leyenda
Chip Baley y Casey Rossfield son dos hombres que no existen en un mundo lleno de modernos.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Silencio, se rueda

Querido Baley:


Por unos instantes pensé que estaba a punto de dar un vuelco a la industria cinematográfica para adultos. De hecho tenía preparado aquello que cambiaría para siempre la percepción de la misma, no me refiero a mi pene, ahora verá por qué, y mientras lo observaba encima de mi escritorio, ahí lo tiene, llegué a la misma conclusión que llegara  Jon Bon Jovi delante del espejo de la peluquería allá por 1992: lo voy a petar.

Porque efectivamente, si algo cambió el rock a principios de los ´90, antes incluso de que el grunge decretara el cierre patronal de lo que Klosterman aglutina genéricamente como heavy metal, eso fue el jodido corte de pelo que lució Jon Bon Jovi a partir de Keep the faith, algo tan sutil que incluso ha pasado desapercibido a los comentaristas más perspicaces, como el hecho de que el comienzo del fin de Guns n´ Roses fuera la salida del grupo de Steve Addler, al que hipótesis un tanto descabelladas, la mía concretamente, asignan un grado de genialidad totalmente sub-estimado.

Y cualquiera que hubiera vivido su adolescencia en aquellos años sabrá que ese corte de pelo vino a democratizar el panorama, vino  a ampliar la temática visual más allá del pelo largo y lo que sólo  queda bien con el pelo largo, dando credibilidad a tipos con el pelo polla como el que escribe, y aquí la palabra clave es credibilidad, por cuanto la misma venía avalada por uno de los tipos que manejan los hilos. Y luego llegó el grunge, y el resto es historia.

Así que ahí estaba yo, pensando en todo esto, convencido de que el marcado cariz intelectual con que había dotado a mi primer guión marcaría un punto de inflexión, imposible incluso para la pornstar más avezada, cuando reparé, me di cuenta, descubrí, llámelo como quiera, si es que la nzt-24 no fue la responsable, de la súbita verdad revelada ante mí, que el cabronazo de Andrew Blake había lacado ya sus producciones con tal rasgo, y que hay que joderse, sus guiones son mudos.


Sin otro particular


Casey Rossfield

Dojo kamikaze

Querido Baley:


Nunca seremos tan perfectos como el momento anterior a dejar de serlo, aquel en que levantamos la mirada y dejamos que un viento kamikaze destrozara lo más frágil, hundiéndonos en un dojo de perdición.
Y el tiempo, que debiera ajustar cuentas con nosotros, excarcela nuestros recuerdos y nos deja seguir soplando.


Sin otro particular



Casey Rossfield

jueves, 5 de diciembre de 2013

La abogada embarazada

Querido Baley:


Cualquiera que haya visto el suficiente cine estará al corriente de las admoniciones que un tipo como Humphrey Bogart nos brindaba a través de sus personajes, una de las cuales nos ponía sobre aviso acerca de la confianza que debiéramos otorgar a aquel que no bebiera: ninguna.

Y puede resultar un poco exagerado, pero cuando beber era algo consustancial, que iba de la mano de poner un pie en un bar, cualquiera que para acompañar un diálogo clave en la trama pidiera una soda, era cuanto menos, digno de sospecha.

Y si le digo la verdad, no sé si esto tiene mucho que ver con lo que sigue, o lo estoy usando únicamente como introducción, sobre todo si tenemos en cuenta el guiño meta-cinematográfico del segundo párrafo, el tabú que aún se cierne sobre lo que tratamos, o directamente su inexistencia para según qué segmentos de la población, y mire que me extraña, porque porno es lo que hacemos todos en casa.

Efectivamente Baley, no se fie usted de quien dice no ver porno, mucho menos si lo que dice es que nunca lo hizo, y ni de coña si le promete que nunca lo hará. Por mi parte es algo que yo nunca he hecho ni volveré a hacer.
Y aunque la estadística, adorada como un tótem moderno cuyos datos determinan la incontestabilidad de una realidad respalda tal desconfianza, reasignando excedentes, por así decirlo, o lo que es lo mismo extrapolando, acaso, y crea que mi comentario está a mil jodidas millas de querer ser moral, ¿acaso no es tan consustancial como encender el televisor el acceder a un mundo de pornografía en sus más variados tipos y formas?

¿O cómo definiría esos programas, Gandía Shore, Sálvame (del cual se emite una versión de luxe lo que me da a pensar en que han querido justamente diferenciar a la prostitución del servicio de acompañamiento) etc., en los que la temática gira en torno a las pollas que una o varias señoritas se comen, dejan de comerse, las fulanas que con las que un chulo ha sido visto o dejado de serlo, etc.? Porque lo cierto es que la pornografía animal la excusamos como documental, pero a estas señoritas y chulos no hay propósito cultural que los ampare, y muy jodido hay que estar para justificar sus enredos como una vía lúdica, mientras nos llevamos las manos a la cabeza por que el vecino es acólito seguidor de La abogada embarazada se come un buen pleito, La abogada embarazada se come un buen pleito II. Ponte en mi pellejo, La abogada embarazada se come un buen pleito III. Apelación,  La abogada embarazada se come un buen pleito IV. Errores de procedimiento, y La abogada embarazada se come un buen pleito V. Absolución.

La diferencia está en que nuestro querido vecino no se acuesta reconfortado por la desgracia ajena, creyéndose mejor que otro, o arrasado por la envidia, sino más bien aliviado, quizás exhausto, a un lado el juicio moral y con la conciencia tranquila, sabiendo que el porno, es lo que hacemos todos en casa.


Sin otro particular


Casey Rossfield

El día de mañana

Querido Baley:


Lo cierto es que nunca dejará de sorprenderme lo rápido que nuestras soflamas de alcoba, ese bailar desnudos alrededor de nuestro calcetines, ese gritar su nombre al borde del abismo, se esfuman como el ninja que nunca estuvo, o si prefiere, al rayar la mañana con los primeros rayos de sol que han de quemar los mismos ánimos vampíricos, porque en efecto, esa es siempre su caducidad, desde el instante mismo en que nuestros libidinosos afectos se interesan por su carne.
¡Ah, Baley, cuantas condenas nocturnas no habremos esquivado gracias a la apelación de la mañana, cuanto juicio nos habrá devuelto, que no arrepentimiento, por fortuna!
Pero para eso está la mañana. La mañana, y en algún que otro caso, las toallitas desmaquillantes.


Sin otro particular


Casey Rossfield

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Epifanía rock

Laura tiene tantas ganas que no sabe como pedirlo, lo cual resulta un tipo de bloqueo paradójico como el miedo a ganar y cosas por el estilo, y vete  a saber si en realidad no se trata de la última frontera entre el deseo y la certeza posesoria, lo cual importa bien poco a Sloan, que tiene tantas ganas de que Laura se decida como de cortarse un testículo cada vez que se rasura, y no sólo por estética, pero sobre todo por estética.

El hecho de que a Sloan le apetezca lo mismo mutilar su masculinidad anatómica, como que Laura finalmente se decida, apunta directamente a un trastorno afectivo que desde su infancia, pubertad, y ahora etapa adulta condiciona cada una de sus decisiones al respecto, prelando una mutua correspondencia afectiva a cualquier  tipo de interacción al caso, lo cual imposibilita una futura retroacción de efectos (afectos) cuando de hecho supondría haber comenzado la casa por el tejado, en contra de la férrea disciplina arquitectónica de Sloan.

Esto, que ya de por si es difícil de explicar (decididamente Sloan es un tipo con una gran capacidad autosugestiva, lo cual  facilita engañarse a si mismo tan a menudo como lo requieren las circunstancias, a lo que ayuda bastante su indudable talento para la construcción de abstracciones conceptuales que suelen derivar en discursos de afirmación existencial tan alejaos de sus verdaderas intenciones como puedan estarlo)  se complica aún más si tenemos en cuenta que ni siquiera esa prelación correlativa logra aplacar el trastorno referido, a expensas de que un milagro o una terapia lo suficientemente cara hagan a Sloan desistir de una recreación que casi roza el masoquismo emocional, o simplemente la incapacidad de superar ciertos temores internos.

 Así que como cualquiera pude imaginar ya a estas alturas, a Sloan sólo le quedan dos opciones: cercenarse lo testículos hacia un irremediable pero consecuente ascetismo, o bien el Whole Lotta Love de los Zepp, que pasa por ser lo más cercano a un milagro sobre la tierra.

Ego te absolvo

Quiero decir  si cabe alguna posibilidad, aunque sea remota, de que el citado contacto tenga de algún modo lugar en un plano distinto al físico, al sexual.
Si, si, evidentemente, pero antes, ¿no tiene lugar ningún tipo de complicidad entre ustedes, un acercamiento intangible, tácito, mediato? Digamos que es cuando previamente a la fisicidad del encuentro, uno es capaz de reconocer un tipo de estímulo cognitivo que le subyuga, una pulsión intelectual avocada irremediablemente a, por así decirlo, la carne ajena. Está bien, está bien. Tiene usted razón. A ver, antes de acostarse con una mujer, ¿considera alguna cosa que no sean las proporciones físicas de la misma? Perdón, quiero decir, me refiero a  unas piernas por las que usted sería capaz de cambiar de equipo, un culo por el que sería capaz de cambiar el voto las próximas elecciones, unas tetas por las que sería capaz de cambiar de religión. Ya, claro, jamás podría cambiar de equipo. Está bien, creo que es suficiente por hoy.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Le cocktail

Querido Baley:


Estamos cansados, y tal es el peso que nuestra generación viene soportando, que sacamos fuerzas de donde sólo los ilusos, o quienes pagan por delitos que no han cometido las sacan, esperando que por poco que sea, merezca la pena hacerlo.

Pero no, no se engañe, todo sigue exactamente igual. El machismo sigue imperando en la disipada noche de los sábados. Lo gracioso es que ahora el adalid del mismo son quienes lo reprueban delante de las amistades,  para luego corporeizar este, y la liberación, y la dignidad, y el feminismo, tal y como sigue: ¿qué, es que no vas a invitarme a nada?


Sin otro particular



Casey Rossfield

Benzema

Querido Baley:

Como si fuéramos un concepto abstracto (cosa que incluso resulta cierto si hablamos de ciertos individuos) una entidad o un servicio, también nosotros habríamos de procurar la optimización de nuestros recursos, habilidades y desempeños.
Pero esto, que sin duda no resulta novedoso para un tipo de su formación, carácter e inclinaciones, lo es sin duda para la junta directiva y el cuerpo técnico  del Real Madrid C.F., en la trayectoria, méritos y concretamente números de su delantero Karim Benzema: 200 partidos jugados, y 96 goles hasta la fecha.

Sé lo que está pensando. Pero verá querido Baley, la estadística, elevada a los altares de una nueva divinidad, es una sibilina y fría  mentirosa que no tiene en cuenta factores tan humanos como la entidad del contrario, el número de goles que se marcan en un mismo partido, la importancia de los mismos, o que sean estos el primero o el quinto.

Y puede que piense que estoy siendo un poco duro con el chico, más cuando no he mencionado al respecto las lesiones o  el número de minutos disputados, pero tampoco lo he hecho con su sueldo anual y las primas, y dígame si en lugar de una relación entre partidos disputados y goles anotados lo fuera entre noches de gloria y gatillazos, si acaso 104 de los mismos serían asumibles en lo que nos referimos.
Y dirá que no es lo mismo, efectivamente, pero piense que la estadística diría que pilla cacho casi una de cada dos noches que sale, y juraría que al chaval le pagan por marcar algo más que goles menores.


Sin otro particular


Casey Rossfield.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Monkey business

Querida Erlitt:


No cabe duda que  las carreras universitarias están sobre valoradas, y su función no es otra que sacar a la luz los genios de cada especialidad mientras  siguen despachando morralla licenciada a espuertas, miles y miles sobre los que se aúpan aquellos pocos. Pero no se preocupe, porque esta sociedad del título-para-cualquier-cosa provee a los menos afortunados de un sinfín de ocupaciones, que si bien podría llevar a cabo un mono con un palo convenientemente entrenado, se reservan a aquellos cuya excelencia se queda o no llega a la media. 

Y si quiere saber  en un tiempo de crisis como el que vivimos, cual es una de las titulaciones más demandada, esa es la de marketing, cuyos porcentajes, optimizaciones, balances, audiencia útil, coste fijo, directo e indirecto, displays, discounts, elasticidades de demanda, stocks, investigaciones cualitativa y cuantitativas, mailing, rating, etc., siguen sin haberse enterado de la grave crisis que se cierne  sobre gran parte de la población, y por ello, del consumo, lo cual no  reprocho en la idea de sacar lo que sea de debajo de las piedras, o vender arena en el desierto.

Así que en un conocido  teatro de la Gran Vía madrileña, donde el rey de la selva campa a sus anchas, han puesto el grito de Tarzán en el cielo por que en una semana, una de las previas en las que el consumidor suele ahorra frente al gasto navideño  venidero, y fíjese que  coincide además con una subida del precio general de los artículos, no se ha vendido el mismo merchandising que en  anteriores, concretamente un poquito menos.
De modo que, y pasando por alto el hecho de cuál es el producto principal de venta y cuales los accesorios, ante una hecatombe de tal magnitud, la cúpula pensante de la empresa gestora ha decidido llegada la hora del advenimiento, y  resolver el asunto con un golpe de autoridad, ni más ni menos que el de un mono con un palo, ¡¡un palo!!, y efectivamente, enviar a una licenciada en marketing, que visto  el escaso margen que le queda donde rascar, no hace sino alentar a las azafatas y/o camareras  a ver si a ellas se les ocurren ideas para incrementar las ventas.


Pues yo tengo una: váyase a tomar por culo.
Joder, el número uno de su promoción se revolvería en su tumba si no fuera por que no está muerto.


Sin otro Particular


Casey Rossfield

P.D.: No se me escapa, querida Erlitt, que este, como muchos otros, por no decir la mayoría, son escritos que lo más sirven tan sólo de yesca para esas efímeras llamaradas de genialidad que al menos me gusta reconocer en algunos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Hasta el infinito y más allá

Querido Baley:


Estoy totalmente a favor de destinar cada vez partidas presupuestarias más extensas a programas de I+D+I, incluso, y sobre todo al Instituto Nacional de Estadística, siempre que las mismas se dirijan a resolver los grandes problemas que  por hoy afectan a la humanidad, como lo es el desarrollo de una encima o cosa biológica que de sabor a sugus de fresa al semen, y/o lo refrigere, y su incidencia derivada en la esperanza, moda, media, mediana, dispersión absoluta y relativa, distribución y recorrido, varianza, intervalos y fluctuaciones, medidas de forma y tendencia, desviación típica, muestra, y como no, interpolación.

Y aunque la idea no es mía, si no de un visionario como el Sr. Mandalay, no puedo dejar de apoyarla fervientemente, destinando al efecto las pagas semanales de mis sobrinos, considerando la armonía que ello llevaría a la que el mismísimo Buzz Aldrin considera la última frontera.

Y no es un agujero negro. Ni si quiera un agujero.

Aunque igual si.


Sin otro particular


Casey Rossfield

Too fast for love

Querido Baley:


Si ha trabajado el tiempo suficiente en el  business, sabe que después de un bolo, junto a púas, baquetas e incluso chicles del  implícito artista, grupo o lo que quiera que se llamen a sí mismos, uno de los objetos más deseados es el set-list de la noche, y créanme cuando le he dicho lo del chicle.
Y cualquiera sabe que  no todos los artistas, grupos, o lo que quiera que se llamen a sí mismos van a incluir una balada en esa cuartilla A4 pegada con gaffa, o cinta americana, o guiri, al suelo del escenario, delante de las cuñas o monitores de sonido, y no por que el talento no alcance a tanto, si no porque simplemente sus versos son más rápidos que la velocidad del amor, y sus desencuentros con el mismo, lejos de ralentizar el ritmo, la cadencia de sus composiciones, lejos de emocionar sus letras con anhelos y desvelos, se destilan a través de las medias de seda de una groupie. Así es el rock.


Sin otro particular


Casey Rossfield

domingo, 24 de noviembre de 2013

Dep

Querido Labressieur:


Como en la más cruenta de las batallas, o el más desafortunado de los accidentes, los primeros en caer son siempre los mejores, y mientras su recuerdo consume los días en nuestras agendas, les llevamos flores a sus tumbas, cigarrillos a sus celdas.
Efectivamente, como ya sabe, nuestro querido Sr. Wells anunció recientemente su boda para fecha venidera. Polvo al polvo.
Y que quiere que le diga, jamás pensé que una noticia así me afectaría más de lo que lo hizo el deceso de aquel octópodo oracular, el pulpo Paul. Cenizas a las Cenizas.

Recuerdo el día en que conocí al Sr. Wells, al cual apadrinaba usted mismo, y tuvo a bien presentarme en aquella cena de gala que la embajada japonesa daba con ocasión del aniversario del genocidio norteamericano en Hiroshima y Nagasaki, que siempre me pareció una manera bastante paradójica de celebrar al tiempo la carne y la muerte, cuando no la carne muerta vista la pasividad del concubinato a los postres, y recuerdo haber errado en todas y cada una de mis primeras consideraciones hacia el querido Wells, como de otra forma no podía haber sido tratándose de un tipo tan excepcional como el mismo.
Por que el Sr. Wells es un ratón de biblioteca, un león enjaulado; un erudito envejecido por la mesura, un crápula sin medida; un gris y aburrido administrativo en una oficina de patentes, un estadista visionario; el batería del grupo del que nadie espera oír una palabra, el guitarrista sádico que lo dice todo en escena. 

Pero lo que realmente eleva a los altares de la excepcionalidad al Sr. Wells no son ninguno de estos atributos, ni si quiera su refinado gusto por el mobiliario humano, si no algo que al alcance de cualquiera, no todos somos capaces de llevar a cabo: el sacrificio querido Labressieur, el sacrificio.
El hercúleo esfuerzo que un diletante de la escultura eslava y escandinava soporta día tras día, sin inmutarse, y que sin quererlo, nos obliga en cierto modo, nos hace deudores de su magnificencia.
Y aunque lo que pudiéramos devolver al respecto no fuera más que una diezmilésima parte, hemos de cumplir nuestra parte, hemos de vivir extramuros nuestra decrépita, disoluta y vacía despilfarrada farándula, seguir destruyendo la noche para que pueda seguir viviendo los días. Por Wells, por sus compañeros y por él primero.


Sin otro particular


Casey Rossfield

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Selles

Querido Baley:


Nueve de cada diez invidentes son incapaces de distinguir una película porno de un partido de tenis femenino, cuando de siempre los gemidos han sido a las primeras lo que el silencio a los segundos, y pruebe usted si quiere a ver Anal Intruder IV con el volumen apagado, y créame Baley si le digo que no hay aquí espacio para la reflexión, en el momento que incluso el más leve pensamiento podría desconcentrar a cualquiera de estas señoritas.


Sin otro particular



Casey Rossfield

Fight for your right to party

Querido Baley: 


De sobra sabe  lo adecuado y necesario que es dar a cada palabra, a cada expresión, su significado, su sentido, a veces  preciso, otras precioso, según el  marco o habitación  en que nos movamos, en que nos apliquemos.

Y crea, querido Baley, que no se trata sólo de resultar acertados desde un punto de vista lingüístico, si es que acaso la precisión, más allá de los 150 metros a green, del nudo doble Windsor, o la más lúbrica de las mentiras, forma parte  alguna de nuestras virtudes, si no, y sobre todo, desde un punto de vista estético.

Me refiero, efectivamente, a la distinción, que lamentablemente no existe para determinados anfitriones, entre una fiesta, y una reunión social.

Ciertamente, en buena parte de los aconteceres festivos de hoy día es precisamente la falta de festividad y la sobra de acontecer, lo que en la práctica convierte veladas destinadas a la despilfarrandula más prolífica, por no decir profiláctica, en meros eventos sociales tan aburridos como un campeonato de petanca amañado.

Y fíjese, querido Baley, que para gente de tan marcadas pendencias como lo somos usted y yo, al final, la carga de la peor de las vergüenzas, esa, la vergüenza ajena, recae sobre nuestro hombros, cuando lo cierto es que debería hundir en la más profunda de las ignominias a quien se toma la licencia de otorgar un apelativo tan excelso y significante, a lo que no es más que algo aburrido e intrascendente.
 Y eso no es lo peor. Lo peor viene cuando encima, le reciben a uno mancillando un apelativo tan lejano a lo que se desarrolla allí dentro, un lugar que desde ese mismo momento no nos parece si no otro de tantos  a los que merece la pena ir para no volver a hacerlo.


Sin otro particular


Casey Rossfield 

Who the fuck is Mick Jagger?

Querido Baley:



Como el handicap que puntúa a priori las capacidades de cada uno en el juego, que de antemano nos lleva a prever casi al detalle el resultado final de la tarjeta, golpe arriba, golpe abajo, o como el ranking boxístico que dibuja el castigo al que correspondientemente habrán de someterse los púgiles, golpe arriba, golpe abajo, de igual modo, tomando en consideración su carrera judicial, es de pleno derecho reconocer que probablemente sea usted el mejor abogado que conozco, aun cuando su único caso lo ganara por incomparecencia de la otra parte, golpe arriba, golpe abajo.

Y es así que me tomo la libertad de preguntarle por un tema delicado, a sabiendas que su sapiencia jurídica, sobradamente premiada, sabrá encontrar la respuesta que, satisfaciendo este derecho al que nos debemos, meta el dedo, a ser posible también, en la llaga de lo sentimental: ¿son vinculantes las promesas epistolares entre prometidos?

Evidentemente no me refiero a las mismas que realizadas durante el período de noviazgo tienen el castigo merecido de su cumplimiento durante el matrimonio, si no a esas otras que quedan en suspenso, olvidadas, esas que al juego entre señorías y letrados podrían entenderse circunscritas, o in aeternum, lo cual, no en vano, supone el quid de esta cuestión, en la persona y correspondencia que su muy estimado Casey Rossfield , yo mismo, mantuvo durante años con aquella cuyo nombre podría ser cualquiera.

Crea, aunque sólo sea en aras de la amistad que nos une, que no es este un tema baladí, por cuanto nos sometemos aquí al juicio no de los hombres, si no de la trascendencia, el karma y esas cosas, con la condena de por medio de una reencarnación que ajustara las cuentas en otra vida, o peor aún, mediante inopinadas desgracias cuyo origen, olvidado en despilfarrándulas de alcoba, estrellado cien y mil veces sobre la barra de un bar, no respondiera si no a esos votos inconcluso y solo a los mismos.

¿Por que acaso no es sólo un papel y una rúbrica lo que sella un pacto con instancias tales como un dios o un estado?; ¿acaso el pacto suscrito en plenitud de facultades entre particulares no obliga a los mismos frente al derecho?

Es por eso querido Baley que invoco por segunda vez su criterio, aquel que conforte mi espíritu y sugiera que todo va a salir bien, que no tengo por qué preocuparme, que no eran más que palabras sacadas de esas tarjetas que felicitan aniversarios, que en realidad no las sentía y entonces no cuentan, o que así fue pero que de ninguna manera me atan en tiempo o espacio. 
Dígamelo, aunque sea mentira, porque Sir Jagger dice que nuestras cláusulas 
no mencionan defensa al respecto.


Sin otro particular


Casey Rossfield 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Amor mío, no hay palabras

Querido Baley:



Así como a los viejos hay que tenerlos en cuenta en sus díscolas apreciaciones, aunque sólo sea por la probabilidad estadística de que el conjunto de sus vivencias acierten de vez en cuando con la verdad, de igual modo habremos de tener en cuenta las diatribas de Bobby Mandalay (eltemplodeladestrución.blogspot.com.es), pero no por senil, si no por innovador, iluminado, por la manera en que su intuición se acerca no sólo estadística, si no filosóficamente a la verdad.

Bobby Mandalay es un pensador prófugo de convencionalismos, ya sabe, ese tipo de personas que miran fijamente, un diletante de las mismas faltas que sus congéneres apreciamos como virtudes, un fondista maratoniano que destila sus comentarios a pesar, en contra, y muy por encima de la forma.

De este modo vea usted, querido Baley, cómo Bobby Mandalay trata un tema como el romanticismo: El romanticismo como entidad, abstracta, más o menos tangible, y denodadamente ponzoñosa, es un atributo siempre pasivo en boca de la mujer. Cuando una mujer se declara como tal, romántica, no alude en absoluto a cualidades propias, si no muy al contrario, a cualidades que espera que usted detente como tal. Cuando una mujer se dice romántica, no espere ni por un momento que va a ser usted objeto de atención o detalle, pues es justo esa parcela la que a usted le toca cumplir por el carácter de aquella, de tal forma que toda la parafernalia al caso, véanse velas, cenas, escapaditas, etc., serán gastos y planes a su costa, y por cuenta de una sensibilidad que jamás sospechó  que tuviera.

Que quiere que le diga Chip, pero creo que pocas veces tendrá uno la oportunidad de presentarse ante una de esas aburridas sesiones del R&A, perfectamente pertrechado con el uniforme de gala de la marina de su graciosa majestad, y con voz tranquila y resuelta admitir que estos son los hechos, y que son irrefutables.



Sin otro particular


Casey Rossfield 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ryder Cup

Querido Baley: 


Somos almas de asfalto y lo más que apreciamos de la naturaleza son las fairways de Carnoustie, Waterville, Loch Lomond, Cabo del Sol,  y tantas otras que nuestras andanzas  nos han traído para deleite de las damas, terror de la fauna y flora, y escarnio de algún que otro pro que jamás entendió que embocar un putt de 15 metros y un sorbo de Tom Collin's son cosas indisolubles, parte de la nuestra especie e instinto. 

Efectivamente, cuando respondo al gusto por la naturaleza, me refiero al rough, al green, en definitiva a tantos y tantos courses que nos llevaron de la mano, de hoyo en hoyo, desde la iniquidad y la infamia de unos, a la algarabía y apoteosis de otros. Es esa naturaleza controlada al compás de unas horas  donde la charla entre un  chip y otro y el anhelo de la casa club, justifican un juego imperfecto. La misma naturaleza que dibuja los colores del tiempo alrededor del mundo. Es esa la más perfecta de todas. Siempre y cuando, claro está, pase por alto el recuerdo que aquella modelo danesa, que por unas horas jugó a ser sueca, y abandonó aquella suite como si usted y yo jamás hubiéramos estado allí.

El golf, querido Baley… ¿Recuerda usted las palabras de Lord Henry Wotton, cuando aludía a la cura del alma a través de los sentidos? ¿Y que mejor cura  para una noche despilfarrandulada que una ronda matutina por el Old Course; para un exceso sinfónico, con la alevosía que solo procura  la curiosidad ,que una mañana soleada en Pebble Peach; para un triunfo etílico, que un paseo por Valderrama?

El golf, querido Baley, nos empapa de calma y serenidad, remienda nuestras almas descosidas, y fíjese usted, siempre nos presta un agujero donde embocar, sin importarle el número de golpes que necesitemos al efecto....

¿Y el fútbol?, ¿donde ha quedado el fútbol? El fútbol es un deporte para quienes la pertenencia a un grupo prima hasta que uno conoce las delicias de la individualidad, o mejor aún, pertenece a un grupo cuyos miembros jamás delatarían su pertenencia al mismo, o incluso la existencia de este. 

El fútbol,  querido Baley, es un despropósito identitario que pretende homogeneizar un sentimiento bajo el manto de veinteañeros millonarios que no piensan ni un segundo en aquellos que los mantienen sentados en su trono. El fútbol, es un deporte sustentado sobre un pilar de aversión al contrincante, donde semana tras semana asistimos al penoso devenir de entradas criminales, tanganas tan sucias como las de cualquier pub portuario (con la salvedad, por supuesto, de los exquisitos finales de fiesta el señor Longshot),  y lo que es peor, el engaño, o intento de engaño continuo por parte de unos y otros.
Pero el golf…. ¿Cuántos campeonatos hemos visto perder por la declaración propia de una falta, siendo  este un deporte cuya ética supera sus reglas? El golf es un deporte de caballeros que entiende que la única representación es la propia para con uno mismo, que al margen de los gustos, o de las simpatías por uno u otro jugador, otorga entre los aficionados la misma admiración por cualquiera de ellos.

Y sin embargo, cada dos años, la Ryder Cup no hace sino equipararnos en términos con lo deleznable del fútbol. 
Suerte que usted y yo disponemos siempre de entradas VIP para tan magnífica vulgaridad.


Sin otro particular,

Casey Rossfield