jueves, 7 de noviembre de 2013

Ryder Cup

Querido Baley: 


Somos almas de asfalto y lo más que apreciamos de la naturaleza son las fairways de Carnoustie, Waterville, Loch Lomond, Cabo del Sol,  y tantas otras que nuestras andanzas  nos han traído para deleite de las damas, terror de la fauna y flora, y escarnio de algún que otro pro que jamás entendió que embocar un putt de 15 metros y un sorbo de Tom Collin's son cosas indisolubles, parte de la nuestra especie e instinto. 

Efectivamente, cuando respondo al gusto por la naturaleza, me refiero al rough, al green, en definitiva a tantos y tantos courses que nos llevaron de la mano, de hoyo en hoyo, desde la iniquidad y la infamia de unos, a la algarabía y apoteosis de otros. Es esa naturaleza controlada al compás de unas horas  donde la charla entre un  chip y otro y el anhelo de la casa club, justifican un juego imperfecto. La misma naturaleza que dibuja los colores del tiempo alrededor del mundo. Es esa la más perfecta de todas. Siempre y cuando, claro está, pase por alto el recuerdo que aquella modelo danesa, que por unas horas jugó a ser sueca, y abandonó aquella suite como si usted y yo jamás hubiéramos estado allí.

El golf, querido Baley… ¿Recuerda usted las palabras de Lord Henry Wotton, cuando aludía a la cura del alma a través de los sentidos? ¿Y que mejor cura  para una noche despilfarrandulada que una ronda matutina por el Old Course; para un exceso sinfónico, con la alevosía que solo procura  la curiosidad ,que una mañana soleada en Pebble Peach; para un triunfo etílico, que un paseo por Valderrama?

El golf, querido Baley, nos empapa de calma y serenidad, remienda nuestras almas descosidas, y fíjese usted, siempre nos presta un agujero donde embocar, sin importarle el número de golpes que necesitemos al efecto....

¿Y el fútbol?, ¿donde ha quedado el fútbol? El fútbol es un deporte para quienes la pertenencia a un grupo prima hasta que uno conoce las delicias de la individualidad, o mejor aún, pertenece a un grupo cuyos miembros jamás delatarían su pertenencia al mismo, o incluso la existencia de este. 

El fútbol,  querido Baley, es un despropósito identitario que pretende homogeneizar un sentimiento bajo el manto de veinteañeros millonarios que no piensan ni un segundo en aquellos que los mantienen sentados en su trono. El fútbol, es un deporte sustentado sobre un pilar de aversión al contrincante, donde semana tras semana asistimos al penoso devenir de entradas criminales, tanganas tan sucias como las de cualquier pub portuario (con la salvedad, por supuesto, de los exquisitos finales de fiesta el señor Longshot),  y lo que es peor, el engaño, o intento de engaño continuo por parte de unos y otros.
Pero el golf…. ¿Cuántos campeonatos hemos visto perder por la declaración propia de una falta, siendo  este un deporte cuya ética supera sus reglas? El golf es un deporte de caballeros que entiende que la única representación es la propia para con uno mismo, que al margen de los gustos, o de las simpatías por uno u otro jugador, otorga entre los aficionados la misma admiración por cualquiera de ellos.

Y sin embargo, cada dos años, la Ryder Cup no hace sino equipararnos en términos con lo deleznable del fútbol. 
Suerte que usted y yo disponemos siempre de entradas VIP para tan magnífica vulgaridad.


Sin otro particular,

Casey Rossfield