jueves, 28 de noviembre de 2013

Monkey business

Querida Erlitt:


No cabe duda que  las carreras universitarias están sobre valoradas, y su función no es otra que sacar a la luz los genios de cada especialidad mientras  siguen despachando morralla licenciada a espuertas, miles y miles sobre los que se aúpan aquellos pocos. Pero no se preocupe, porque esta sociedad del título-para-cualquier-cosa provee a los menos afortunados de un sinfín de ocupaciones, que si bien podría llevar a cabo un mono con un palo convenientemente entrenado, se reservan a aquellos cuya excelencia se queda o no llega a la media. 

Y si quiere saber  en un tiempo de crisis como el que vivimos, cual es una de las titulaciones más demandada, esa es la de marketing, cuyos porcentajes, optimizaciones, balances, audiencia útil, coste fijo, directo e indirecto, displays, discounts, elasticidades de demanda, stocks, investigaciones cualitativa y cuantitativas, mailing, rating, etc., siguen sin haberse enterado de la grave crisis que se cierne  sobre gran parte de la población, y por ello, del consumo, lo cual no  reprocho en la idea de sacar lo que sea de debajo de las piedras, o vender arena en el desierto.

Así que en un conocido  teatro de la Gran Vía madrileña, donde el rey de la selva campa a sus anchas, han puesto el grito de Tarzán en el cielo por que en una semana, una de las previas en las que el consumidor suele ahorra frente al gasto navideño  venidero, y fíjese que  coincide además con una subida del precio general de los artículos, no se ha vendido el mismo merchandising que en  anteriores, concretamente un poquito menos.
De modo que, y pasando por alto el hecho de cuál es el producto principal de venta y cuales los accesorios, ante una hecatombe de tal magnitud, la cúpula pensante de la empresa gestora ha decidido llegada la hora del advenimiento, y  resolver el asunto con un golpe de autoridad, ni más ni menos que el de un mono con un palo, ¡¡un palo!!, y efectivamente, enviar a una licenciada en marketing, que visto  el escaso margen que le queda donde rascar, no hace sino alentar a las azafatas y/o camareras  a ver si a ellas se les ocurren ideas para incrementar las ventas.


Pues yo tengo una: váyase a tomar por culo.
Joder, el número uno de su promoción se revolvería en su tumba si no fuera por que no está muerto.


Sin otro Particular


Casey Rossfield

P.D.: No se me escapa, querida Erlitt, que este, como muchos otros, por no decir la mayoría, son escritos que lo más sirven tan sólo de yesca para esas efímeras llamaradas de genialidad que al menos me gusta reconocer en algunos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Hasta el infinito y más allá

Querido Baley:


Estoy totalmente a favor de destinar cada vez partidas presupuestarias más extensas a programas de I+D+I, incluso, y sobre todo al Instituto Nacional de Estadística, siempre que las mismas se dirijan a resolver los grandes problemas que  por hoy afectan a la humanidad, como lo es el desarrollo de una encima o cosa biológica que de sabor a sugus de fresa al semen, y/o lo refrigere, y su incidencia derivada en la esperanza, moda, media, mediana, dispersión absoluta y relativa, distribución y recorrido, varianza, intervalos y fluctuaciones, medidas de forma y tendencia, desviación típica, muestra, y como no, interpolación.

Y aunque la idea no es mía, si no de un visionario como el Sr. Mandalay, no puedo dejar de apoyarla fervientemente, destinando al efecto las pagas semanales de mis sobrinos, considerando la armonía que ello llevaría a la que el mismísimo Buzz Aldrin considera la última frontera.

Y no es un agujero negro. Ni si quiera un agujero.

Aunque igual si.


Sin otro particular


Casey Rossfield

Too fast for love

Querido Baley:


Si ha trabajado el tiempo suficiente en el  business, sabe que después de un bolo, junto a púas, baquetas e incluso chicles del  implícito artista, grupo o lo que quiera que se llamen a sí mismos, uno de los objetos más deseados es el set-list de la noche, y créanme cuando le he dicho lo del chicle.
Y cualquiera sabe que  no todos los artistas, grupos, o lo que quiera que se llamen a sí mismos van a incluir una balada en esa cuartilla A4 pegada con gaffa, o cinta americana, o guiri, al suelo del escenario, delante de las cuñas o monitores de sonido, y no por que el talento no alcance a tanto, si no porque simplemente sus versos son más rápidos que la velocidad del amor, y sus desencuentros con el mismo, lejos de ralentizar el ritmo, la cadencia de sus composiciones, lejos de emocionar sus letras con anhelos y desvelos, se destilan a través de las medias de seda de una groupie. Así es el rock.


Sin otro particular


Casey Rossfield

domingo, 24 de noviembre de 2013

Dep

Querido Labressieur:


Como en la más cruenta de las batallas, o el más desafortunado de los accidentes, los primeros en caer son siempre los mejores, y mientras su recuerdo consume los días en nuestras agendas, les llevamos flores a sus tumbas, cigarrillos a sus celdas.
Efectivamente, como ya sabe, nuestro querido Sr. Wells anunció recientemente su boda para fecha venidera. Polvo al polvo.
Y que quiere que le diga, jamás pensé que una noticia así me afectaría más de lo que lo hizo el deceso de aquel octópodo oracular, el pulpo Paul. Cenizas a las Cenizas.

Recuerdo el día en que conocí al Sr. Wells, al cual apadrinaba usted mismo, y tuvo a bien presentarme en aquella cena de gala que la embajada japonesa daba con ocasión del aniversario del genocidio norteamericano en Hiroshima y Nagasaki, que siempre me pareció una manera bastante paradójica de celebrar al tiempo la carne y la muerte, cuando no la carne muerta vista la pasividad del concubinato a los postres, y recuerdo haber errado en todas y cada una de mis primeras consideraciones hacia el querido Wells, como de otra forma no podía haber sido tratándose de un tipo tan excepcional como el mismo.
Por que el Sr. Wells es un ratón de biblioteca, un león enjaulado; un erudito envejecido por la mesura, un crápula sin medida; un gris y aburrido administrativo en una oficina de patentes, un estadista visionario; el batería del grupo del que nadie espera oír una palabra, el guitarrista sádico que lo dice todo en escena. 

Pero lo que realmente eleva a los altares de la excepcionalidad al Sr. Wells no son ninguno de estos atributos, ni si quiera su refinado gusto por el mobiliario humano, si no algo que al alcance de cualquiera, no todos somos capaces de llevar a cabo: el sacrificio querido Labressieur, el sacrificio.
El hercúleo esfuerzo que un diletante de la escultura eslava y escandinava soporta día tras día, sin inmutarse, y que sin quererlo, nos obliga en cierto modo, nos hace deudores de su magnificencia.
Y aunque lo que pudiéramos devolver al respecto no fuera más que una diezmilésima parte, hemos de cumplir nuestra parte, hemos de vivir extramuros nuestra decrépita, disoluta y vacía despilfarrada farándula, seguir destruyendo la noche para que pueda seguir viviendo los días. Por Wells, por sus compañeros y por él primero.


Sin otro particular


Casey Rossfield

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Selles

Querido Baley:


Nueve de cada diez invidentes son incapaces de distinguir una película porno de un partido de tenis femenino, cuando de siempre los gemidos han sido a las primeras lo que el silencio a los segundos, y pruebe usted si quiere a ver Anal Intruder IV con el volumen apagado, y créame Baley si le digo que no hay aquí espacio para la reflexión, en el momento que incluso el más leve pensamiento podría desconcentrar a cualquiera de estas señoritas.


Sin otro particular



Casey Rossfield

Fight for your right to party

Querido Baley: 


De sobra sabe  lo adecuado y necesario que es dar a cada palabra, a cada expresión, su significado, su sentido, a veces  preciso, otras precioso, según el  marco o habitación  en que nos movamos, en que nos apliquemos.

Y crea, querido Baley, que no se trata sólo de resultar acertados desde un punto de vista lingüístico, si es que acaso la precisión, más allá de los 150 metros a green, del nudo doble Windsor, o la más lúbrica de las mentiras, forma parte  alguna de nuestras virtudes, si no, y sobre todo, desde un punto de vista estético.

Me refiero, efectivamente, a la distinción, que lamentablemente no existe para determinados anfitriones, entre una fiesta, y una reunión social.

Ciertamente, en buena parte de los aconteceres festivos de hoy día es precisamente la falta de festividad y la sobra de acontecer, lo que en la práctica convierte veladas destinadas a la despilfarrandula más prolífica, por no decir profiláctica, en meros eventos sociales tan aburridos como un campeonato de petanca amañado.

Y fíjese, querido Baley, que para gente de tan marcadas pendencias como lo somos usted y yo, al final, la carga de la peor de las vergüenzas, esa, la vergüenza ajena, recae sobre nuestro hombros, cuando lo cierto es que debería hundir en la más profunda de las ignominias a quien se toma la licencia de otorgar un apelativo tan excelso y significante, a lo que no es más que algo aburrido e intrascendente.
 Y eso no es lo peor. Lo peor viene cuando encima, le reciben a uno mancillando un apelativo tan lejano a lo que se desarrolla allí dentro, un lugar que desde ese mismo momento no nos parece si no otro de tantos  a los que merece la pena ir para no volver a hacerlo.


Sin otro particular


Casey Rossfield 

Who the fuck is Mick Jagger?

Querido Baley:



Como el handicap que puntúa a priori las capacidades de cada uno en el juego, que de antemano nos lleva a prever casi al detalle el resultado final de la tarjeta, golpe arriba, golpe abajo, o como el ranking boxístico que dibuja el castigo al que correspondientemente habrán de someterse los púgiles, golpe arriba, golpe abajo, de igual modo, tomando en consideración su carrera judicial, es de pleno derecho reconocer que probablemente sea usted el mejor abogado que conozco, aun cuando su único caso lo ganara por incomparecencia de la otra parte, golpe arriba, golpe abajo.

Y es así que me tomo la libertad de preguntarle por un tema delicado, a sabiendas que su sapiencia jurídica, sobradamente premiada, sabrá encontrar la respuesta que, satisfaciendo este derecho al que nos debemos, meta el dedo, a ser posible también, en la llaga de lo sentimental: ¿son vinculantes las promesas epistolares entre prometidos?

Evidentemente no me refiero a las mismas que realizadas durante el período de noviazgo tienen el castigo merecido de su cumplimiento durante el matrimonio, si no a esas otras que quedan en suspenso, olvidadas, esas que al juego entre señorías y letrados podrían entenderse circunscritas, o in aeternum, lo cual, no en vano, supone el quid de esta cuestión, en la persona y correspondencia que su muy estimado Casey Rossfield , yo mismo, mantuvo durante años con aquella cuyo nombre podría ser cualquiera.

Crea, aunque sólo sea en aras de la amistad que nos une, que no es este un tema baladí, por cuanto nos sometemos aquí al juicio no de los hombres, si no de la trascendencia, el karma y esas cosas, con la condena de por medio de una reencarnación que ajustara las cuentas en otra vida, o peor aún, mediante inopinadas desgracias cuyo origen, olvidado en despilfarrándulas de alcoba, estrellado cien y mil veces sobre la barra de un bar, no respondiera si no a esos votos inconcluso y solo a los mismos.

¿Por que acaso no es sólo un papel y una rúbrica lo que sella un pacto con instancias tales como un dios o un estado?; ¿acaso el pacto suscrito en plenitud de facultades entre particulares no obliga a los mismos frente al derecho?

Es por eso querido Baley que invoco por segunda vez su criterio, aquel que conforte mi espíritu y sugiera que todo va a salir bien, que no tengo por qué preocuparme, que no eran más que palabras sacadas de esas tarjetas que felicitan aniversarios, que en realidad no las sentía y entonces no cuentan, o que así fue pero que de ninguna manera me atan en tiempo o espacio. 
Dígamelo, aunque sea mentira, porque Sir Jagger dice que nuestras cláusulas 
no mencionan defensa al respecto.


Sin otro particular


Casey Rossfield 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Amor mío, no hay palabras

Querido Baley:



Así como a los viejos hay que tenerlos en cuenta en sus díscolas apreciaciones, aunque sólo sea por la probabilidad estadística de que el conjunto de sus vivencias acierten de vez en cuando con la verdad, de igual modo habremos de tener en cuenta las diatribas de Bobby Mandalay (eltemplodeladestrución.blogspot.com.es), pero no por senil, si no por innovador, iluminado, por la manera en que su intuición se acerca no sólo estadística, si no filosóficamente a la verdad.

Bobby Mandalay es un pensador prófugo de convencionalismos, ya sabe, ese tipo de personas que miran fijamente, un diletante de las mismas faltas que sus congéneres apreciamos como virtudes, un fondista maratoniano que destila sus comentarios a pesar, en contra, y muy por encima de la forma.

De este modo vea usted, querido Baley, cómo Bobby Mandalay trata un tema como el romanticismo: El romanticismo como entidad, abstracta, más o menos tangible, y denodadamente ponzoñosa, es un atributo siempre pasivo en boca de la mujer. Cuando una mujer se declara como tal, romántica, no alude en absoluto a cualidades propias, si no muy al contrario, a cualidades que espera que usted detente como tal. Cuando una mujer se dice romántica, no espere ni por un momento que va a ser usted objeto de atención o detalle, pues es justo esa parcela la que a usted le toca cumplir por el carácter de aquella, de tal forma que toda la parafernalia al caso, véanse velas, cenas, escapaditas, etc., serán gastos y planes a su costa, y por cuenta de una sensibilidad que jamás sospechó  que tuviera.

Que quiere que le diga Chip, pero creo que pocas veces tendrá uno la oportunidad de presentarse ante una de esas aburridas sesiones del R&A, perfectamente pertrechado con el uniforme de gala de la marina de su graciosa majestad, y con voz tranquila y resuelta admitir que estos son los hechos, y que son irrefutables.



Sin otro particular


Casey Rossfield 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Ryder Cup

Querido Baley: 


Somos almas de asfalto y lo más que apreciamos de la naturaleza son las fairways de Carnoustie, Waterville, Loch Lomond, Cabo del Sol,  y tantas otras que nuestras andanzas  nos han traído para deleite de las damas, terror de la fauna y flora, y escarnio de algún que otro pro que jamás entendió que embocar un putt de 15 metros y un sorbo de Tom Collin's son cosas indisolubles, parte de la nuestra especie e instinto. 

Efectivamente, cuando respondo al gusto por la naturaleza, me refiero al rough, al green, en definitiva a tantos y tantos courses que nos llevaron de la mano, de hoyo en hoyo, desde la iniquidad y la infamia de unos, a la algarabía y apoteosis de otros. Es esa naturaleza controlada al compás de unas horas  donde la charla entre un  chip y otro y el anhelo de la casa club, justifican un juego imperfecto. La misma naturaleza que dibuja los colores del tiempo alrededor del mundo. Es esa la más perfecta de todas. Siempre y cuando, claro está, pase por alto el recuerdo que aquella modelo danesa, que por unas horas jugó a ser sueca, y abandonó aquella suite como si usted y yo jamás hubiéramos estado allí.

El golf, querido Baley… ¿Recuerda usted las palabras de Lord Henry Wotton, cuando aludía a la cura del alma a través de los sentidos? ¿Y que mejor cura  para una noche despilfarrandulada que una ronda matutina por el Old Course; para un exceso sinfónico, con la alevosía que solo procura  la curiosidad ,que una mañana soleada en Pebble Peach; para un triunfo etílico, que un paseo por Valderrama?

El golf, querido Baley, nos empapa de calma y serenidad, remienda nuestras almas descosidas, y fíjese usted, siempre nos presta un agujero donde embocar, sin importarle el número de golpes que necesitemos al efecto....

¿Y el fútbol?, ¿donde ha quedado el fútbol? El fútbol es un deporte para quienes la pertenencia a un grupo prima hasta que uno conoce las delicias de la individualidad, o mejor aún, pertenece a un grupo cuyos miembros jamás delatarían su pertenencia al mismo, o incluso la existencia de este. 

El fútbol,  querido Baley, es un despropósito identitario que pretende homogeneizar un sentimiento bajo el manto de veinteañeros millonarios que no piensan ni un segundo en aquellos que los mantienen sentados en su trono. El fútbol, es un deporte sustentado sobre un pilar de aversión al contrincante, donde semana tras semana asistimos al penoso devenir de entradas criminales, tanganas tan sucias como las de cualquier pub portuario (con la salvedad, por supuesto, de los exquisitos finales de fiesta el señor Longshot),  y lo que es peor, el engaño, o intento de engaño continuo por parte de unos y otros.
Pero el golf…. ¿Cuántos campeonatos hemos visto perder por la declaración propia de una falta, siendo  este un deporte cuya ética supera sus reglas? El golf es un deporte de caballeros que entiende que la única representación es la propia para con uno mismo, que al margen de los gustos, o de las simpatías por uno u otro jugador, otorga entre los aficionados la misma admiración por cualquiera de ellos.

Y sin embargo, cada dos años, la Ryder Cup no hace sino equipararnos en términos con lo deleznable del fútbol. 
Suerte que usted y yo disponemos siempre de entradas VIP para tan magnífica vulgaridad.


Sin otro particular,

Casey Rossfield