miércoles, 20 de noviembre de 2013

Fight for your right to party

Querido Baley: 


De sobra sabe  lo adecuado y necesario que es dar a cada palabra, a cada expresión, su significado, su sentido, a veces  preciso, otras precioso, según el  marco o habitación  en que nos movamos, en que nos apliquemos.

Y crea, querido Baley, que no se trata sólo de resultar acertados desde un punto de vista lingüístico, si es que acaso la precisión, más allá de los 150 metros a green, del nudo doble Windsor, o la más lúbrica de las mentiras, forma parte  alguna de nuestras virtudes, si no, y sobre todo, desde un punto de vista estético.

Me refiero, efectivamente, a la distinción, que lamentablemente no existe para determinados anfitriones, entre una fiesta, y una reunión social.

Ciertamente, en buena parte de los aconteceres festivos de hoy día es precisamente la falta de festividad y la sobra de acontecer, lo que en la práctica convierte veladas destinadas a la despilfarrandula más prolífica, por no decir profiláctica, en meros eventos sociales tan aburridos como un campeonato de petanca amañado.

Y fíjese, querido Baley, que para gente de tan marcadas pendencias como lo somos usted y yo, al final, la carga de la peor de las vergüenzas, esa, la vergüenza ajena, recae sobre nuestro hombros, cuando lo cierto es que debería hundir en la más profunda de las ignominias a quien se toma la licencia de otorgar un apelativo tan excelso y significante, a lo que no es más que algo aburrido e intrascendente.
 Y eso no es lo peor. Lo peor viene cuando encima, le reciben a uno mancillando un apelativo tan lejano a lo que se desarrolla allí dentro, un lugar que desde ese mismo momento no nos parece si no otro de tantos  a los que merece la pena ir para no volver a hacerlo.


Sin otro particular


Casey Rossfield