domingo, 24 de noviembre de 2013

Dep

Querido Labressieur:


Como en la más cruenta de las batallas, o el más desafortunado de los accidentes, los primeros en caer son siempre los mejores, y mientras su recuerdo consume los días en nuestras agendas, les llevamos flores a sus tumbas, cigarrillos a sus celdas.
Efectivamente, como ya sabe, nuestro querido Sr. Wells anunció recientemente su boda para fecha venidera. Polvo al polvo.
Y que quiere que le diga, jamás pensé que una noticia así me afectaría más de lo que lo hizo el deceso de aquel octópodo oracular, el pulpo Paul. Cenizas a las Cenizas.

Recuerdo el día en que conocí al Sr. Wells, al cual apadrinaba usted mismo, y tuvo a bien presentarme en aquella cena de gala que la embajada japonesa daba con ocasión del aniversario del genocidio norteamericano en Hiroshima y Nagasaki, que siempre me pareció una manera bastante paradójica de celebrar al tiempo la carne y la muerte, cuando no la carne muerta vista la pasividad del concubinato a los postres, y recuerdo haber errado en todas y cada una de mis primeras consideraciones hacia el querido Wells, como de otra forma no podía haber sido tratándose de un tipo tan excepcional como el mismo.
Por que el Sr. Wells es un ratón de biblioteca, un león enjaulado; un erudito envejecido por la mesura, un crápula sin medida; un gris y aburrido administrativo en una oficina de patentes, un estadista visionario; el batería del grupo del que nadie espera oír una palabra, el guitarrista sádico que lo dice todo en escena. 

Pero lo que realmente eleva a los altares de la excepcionalidad al Sr. Wells no son ninguno de estos atributos, ni si quiera su refinado gusto por el mobiliario humano, si no algo que al alcance de cualquiera, no todos somos capaces de llevar a cabo: el sacrificio querido Labressieur, el sacrificio.
El hercúleo esfuerzo que un diletante de la escultura eslava y escandinava soporta día tras día, sin inmutarse, y que sin quererlo, nos obliga en cierto modo, nos hace deudores de su magnificencia.
Y aunque lo que pudiéramos devolver al respecto no fuera más que una diezmilésima parte, hemos de cumplir nuestra parte, hemos de vivir extramuros nuestra decrépita, disoluta y vacía despilfarrada farándula, seguir destruyendo la noche para que pueda seguir viviendo los días. Por Wells, por sus compañeros y por él primero.


Sin otro particular


Casey Rossfield