lunes, 25 de noviembre de 2013

Too fast for love

Querido Baley:


Si ha trabajado el tiempo suficiente en el  business, sabe que después de un bolo, junto a púas, baquetas e incluso chicles del  implícito artista, grupo o lo que quiera que se llamen a sí mismos, uno de los objetos más deseados es el set-list de la noche, y créanme cuando le he dicho lo del chicle.
Y cualquiera sabe que  no todos los artistas, grupos, o lo que quiera que se llamen a sí mismos van a incluir una balada en esa cuartilla A4 pegada con gaffa, o cinta americana, o guiri, al suelo del escenario, delante de las cuñas o monitores de sonido, y no por que el talento no alcance a tanto, si no porque simplemente sus versos son más rápidos que la velocidad del amor, y sus desencuentros con el mismo, lejos de ralentizar el ritmo, la cadencia de sus composiciones, lejos de emocionar sus letras con anhelos y desvelos, se destilan a través de las medias de seda de una groupie. Así es el rock.


Sin otro particular


Casey Rossfield