Querido Baley:
Por unos instantes
pensé que estaba a punto de dar un vuelco a la industria cinematográfica para
adultos. De hecho tenía preparado aquello que cambiaría para siempre la
percepción de la misma, no me refiero a mi pene, ahora verá por qué, y mientras
lo observaba encima de mi escritorio, ahí lo tiene, llegué a la misma
conclusión que llegara Jon Bon Jovi
delante del espejo de la peluquería allá por 1992: lo voy a petar.
Porque
efectivamente, si algo cambió el rock a principios de los ´90, antes incluso de
que el grunge decretara el cierre
patronal de lo que Klosterman aglutina genéricamente como heavy metal, eso fue
el jodido corte de pelo que lució Jon Bon Jovi a partir de Keep the faith, algo tan sutil que incluso ha pasado desapercibido
a los comentaristas más perspicaces, como el hecho de que el comienzo del fin
de Guns n´ Roses fuera la salida del grupo de Steve Addler, al que hipótesis un
tanto descabelladas, la mía concretamente, asignan un grado de genialidad
totalmente sub-estimado.
Y cualquiera que
hubiera vivido su adolescencia en aquellos años sabrá que ese corte de pelo
vino a democratizar el panorama, vino a
ampliar la temática visual más allá del pelo largo y lo que sólo queda bien con el pelo largo, dando
credibilidad a tipos con el pelo polla
como el que escribe, y aquí la palabra clave es credibilidad, por cuanto la
misma venía avalada por uno de los tipos que manejan los hilos. Y luego llegó
el grunge, y el resto es historia.
Así que ahí estaba
yo, pensando en todo esto, convencido de que el marcado cariz intelectual con
que había dotado a mi primer guión marcaría un punto de inflexión, imposible
incluso para la pornstar más avezada,
cuando reparé, me di cuenta, descubrí, llámelo como quiera, si es que la nzt-24 no fue la responsable, de la
súbita verdad revelada ante mí, que el cabronazo de Andrew Blake había lacado
ya sus producciones con tal rasgo, y que hay que joderse, sus guiones son
mudos.
Sin otro particular
Casey Rossfield