martes, 17 de marzo de 2015

Y hasta aquí puedo leer...

Querido Lord Baley: 


Recientemente se ha entregado el Global Teacher Prize, o lo que han gustado en calificar como la primera edición de los premios Nóbel del magisterio, por si no fueran pocos los premios que se conceden, o nos faltase alguno, o fuera absolutamente necesario el mismo, o lavar cantidades ingentes de dólares en la producción del evento.

Sin embargo he de reconocer que más allá de los criterios elegidos para subrayar la excelencia magisterial, me ha llamado la atención el registro en base al cual el primero de estos galardones ha sido concedido a la pedagoga norte- americana Nancie Atwell. Ni más ni menos que ser capaz de hacer que sus estudiantes lean cuarenta libros al año, cuando la media estadounidense no pasa de tres, lo cual si mis mates no me fallan, supone dar cuenta de tres de ellos al mes si doce meses, cuatro si nueve, y más o menos uno a la semana.

No obstante, voy a pasar de largo a la hora de considerar el tiempo y sobre todo las ganas que hay que dedicarle al tema para dar con esas marcas, mas cuando cabe la posibilidad, alguna, de que los libros de esta chavalería sean de los de letra grande y dibujitos.

Ahora, de lo que estoy meridianamente seguro es que esa es una hazaña a la que jamás hubieran podido optar ninguno de los docentes de lengua y literatura que tuvimos la suerte de padecer en la E.G.B., [espero que aprecie la ironía en la paradoja] ni creo que esté tampoco al alcance de los actuales, si el sistema educativo, en los entresijos de la asignatura a la que nos referimos,  sigue primando la incontestabilidad del canon clásico de la literatura española frente a la más que recomendable adaptación de lecturas por edades. 
Y si no acuérdese del efecto que produjo en una generación como la nuestra la lectura obligada de clásicos imperecederos como El lazarillo de Tormes, [ auténtico referente del carácter pícaro, léase chanchullero, sin vergüenza y corrupto del españolito medio del que tanto nos gusta alardear] La Celestina,[ una alcahueta  dedicada a medrar entre amantes a cambio de vaya usted a saber que] o Don Quijote de la Mancha.[desvarío psicotrópico demasiado serio y metafórico para la mente de un niño de once años] 

Efectivamente, comenzamos nuestro periplo lector aborreciendo su objeto. Y es cierto que hoy día existe un excelso catálogo de títulos infantiles y juveniles, pero no es menos cierto que El Hobbit, por poner un ejemplo, lleva escrito desde 1937, y que en 1982 ya estaba editado en España. Y aún así, se empeñaron en hacernos comulgar con ruedas de molino, las de Don Quijote, en la idea de que como el lazarillo es un niño seguramente sea literatura infantil, y sin reparar ni un solo segundo en la destrucción a la que nos avocaba  una puta.


Sin otro particular


Casey Rossfield

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