domingo, 29 de junio de 2014

Mas miedo que vergüenza

Querido Baley:


Sé que va a pensar que es lo mismo de otras veces, que se trata de otro capricho de tantos, otra muestra de la solubilidad descafeinada de mi carácter como en su día fue la idea de ser poeta y darme cuenta de que mi sensibilidad es la misma que la de Stallone recitando el abecedario, como cuando quise ser proxeneta y advertí que me convertiría en el mal camello que se mete su farla, o como cuando quise ser poli y supe lo que era una chapa.
Pero esta vez lo tengo claro: quiero ser aforado.

Y no crea que lo hago por corporeizar el trending tópic del momento, cuando de veras lo que quisiera corporeizar es algo más humano, pero es que más allá de responder civil o penalmente ante una determinada instancia judicial, que es a lo que se refiere la figura de la que hablamos, supongo que algo más tiene que guardar la misma para que la izquierda de este país esté propiciando una campaña tan desaforada (si, ya sé que soy un genio) en contra de aforar a S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, sobre todo si tomamos como testimonio su argumento principal, el hecho de que ahora sea este un ciudadano como cualquier otro, lo cual nos lleva irremisiblemente a pensar qué cojones se piensa esta clase política que son, si es que no son ellos iguales que usted, que yo, o que su referida Majestad, y como es que si somos todos iguales ante la ley, no renuncian también ellos a su fuero. 

O quizá no haya mucho más detrás del asunto, y sea esta una de las muchas estrategias puramente electoralistas de aquí a las próximas elecciones generales.
Por que precisamente es la izquierda abanderada por UPyD e IU (a día de hoy ya nadie alinea al Psoe en este lado, quizás ni ellos mismos) la única que se esta tomando en serio esta polémica, suscitada por otra parte por ellos mismos, y es que hay que ver como después de las elecciones europeas del pasado Mayo, y vista la irrupción de Podemos en el panorama político, son estas dos formaciones las que más ruido están haciendo de cara a la galería, de la mano de una demagogia oportunista y para que nadie olvide que aun existen, con los huevos de corbata como los tienen ante una  ocasional pérdida de escaños de aquí a un año y medio. Y si no repare en el rostro que tiene Rosa Díez en cada una de sus comparecencias, que coño, ha rejuvenecido 20 años de tanto apretar el culo y lo que eso estira la piel, ante la posibilidad de dejar de pertenecer dentro de menos de lo que jamás hubiera imaginado a esa clase política aforada. 

Así que esta izquierda ya no es la izquierda de los derechos para todos, de la igualdad democrática y democratizadora, ya no es ese cinéfilo, ese melómano loco por compartir su último descubrimiento, por hacernos participes de su dicha; ya no es el amigo coñazo empeñado en que disfrutemos como él de  la última gran joya cinematográfica o el último gran grupo de moda. No, esta izquierda de ahora es ese hipster bohemio que se guarda para sí el hallazgo de un escritor, esperando que su silencio le confiera el culto que ahuyente a la masa, y que reza cada noche a sus tattoos vintage para que nadie más advierta su pequeño tesoro y poder deleitarse él sólo mientras saborea la exclusividad de un frappuccino de moka en Starbucks o de un vaso de Vichy en el gastro-bar del barrio.

Y vea querido Baley, que en realidad, la única diferencia que hay entre la clase política de izquierdas y de derechas es la misma que entre una pija de uno y otro carácter: los remordimientos de la de izquierdas.
Por lo demás,efectivamente, es con todo mucho mejor que quien eventualmente vaya a juzgar lo que quiera que su sucia conducta fuera a cometer, sea alguien a quien hubiera  elegido previamente, que alguien sobre quien no ha podido ejercer ningún control a priori. 

Y eso es algo que incluso  para tipos tan infames como yo, le aseguro  merece la pena.




Sin otro particular


Casey Rossfield

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