Querido
Labressieur,
Me
pregunta usted por nuestro secreto, la manera en que lucimos como caramelos a
la puerta de las reuniones semanales del Club de Divorciadas de Bay-Side; el
modo en que nuestros contemporáneos nos odian del brazo de esas jovencitas que
se aferran a nosotros como el grumo a cualquier cosa, la desenvoltura con que
podemos decir que un una garito está lleno de viejos cuando no hay más que
gente de nuestra edad, y sinceramente creo que la razón por la que aun podemos
y estamos para exigir, no es ni el deporte que practicamos, usted mismo es la
viva imagen de ello, ni aquello a que nos dedicamos profesionalmente, una vez
más es su figura epítome de referencia, y ni mucho menos los vicios que nos
cobijan, donde usted tampoco tiene mucho que decir.
Lo que
realmente nos mantiene en forma no es otra cosa que el elogio de lo absurdo, o
si lo prefiere, el humor porque sí, ese que a muchos parece pesarles llegados a
una edad, adquiridos unos votos o alcanzados según qué puestos.
Es
eso, y su corolario, el interés por las cosas inútiles.
Y no
se extrañe querido amigo, porque la vejez, es consecuencia ineludible de la
falta de imaginación.
Sin
otro particular,
Casey
Rossfield.
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