jueves, 23 de agosto de 2018

Aviso a navegantes

Querido Labressieur,

No crea que no me cuesta.
Mucho.
Y usted mejor que nadie lo sabe.
Y mire que lo intento, porque hay tantos gustos como colores, y gente para todo, pero los hay que merecen palos, y cada uno que tiene una ostia...

Pero es que ya no se trata de una mariconera, ni siquiera de una riñonera a punto de estrangular a esos infra-seres que no saben dónde los tienen.
Es que se trata de un bolso querido Labressieur, lo suyo, eso que luce como epítome de comodidad es un puto bolso, bolso y feo, joder.

Y dígame qué coño lo justifica Mortadelo.
¿La comodidad?
¿Acaso son cómodos sus pantacas de pitillo?
¿No lo es el fajo de viruta con el que sufraga incluso la compra diaria del pan?
¿No lo son acaso las llaves de su Sporter 883 y la de su picadero en los Hamptons?
¿No lo es su jodido iPhone?

Verá querido Labressieur, ya en 1901, y al tanto de majaderías como la suya, el Sr Levi Strauss tomó una decisión tan revolucionaria para la época como mancillada hoy día por tipos como usted: le añadió dos bolsillos traseros a esos pantalones que hoy visten media humanidad, perfeccionando un modelo que permanece inalterable como nota de gusto, capacidad portante, pero sobre todo, de integridad.

Así que coja su cartera, sus llaves y su móvil, métalos en los bolsillos de sus Levi´s, y como vuelva a aparecer por la City con un bolso, le juro que yo mismo le daré la paliza que lo envíe al hospital.
He dicho.

Y para otros tantos flipados, desde aquí se lo digo: Mc Gyver trabaja siempre con lo que encuentra a mano. Y no lleva bolso.

Sin otro particular

Casey Rossfield

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